Por Rafael Aragón Landa
Franz Kafka no requiere una introducción. Seguramente la investigadora nata o el lector asiduo encontrará inacabables documentos que traten sobre la vida del escritor checo. Puedo decir que G.G.M se refería a La metamorfosis con respeto, casi devoción, o que una traducción anónima se le atribuye a Jorge Luis Borges. Hablar de esas cosas es desviarnos de lo que nos interesa, sépase, un cuento breve y póstumo titulado Un cruzamiento [1].
Si se ha escogido es por su brevedad, no extrema como en “una pequeña fábula”, y apenas más extensa que El nuevo abogado [2]. Pareciera que no hay mucho texto para trabajar, mismo que es bueno, así analizaremos párrafo por párrafo, y a veces, de ser necesario enunciado por enunciado. Pero antes, hablemos de la forma. Primera persona del singular.
Kafka suele recurrir al “yo”, o al menos recurre a ello en relatos de calidad elevada (“La madriguera”, “Investigaciones de un perro”)[3]. Lo hace de curiosas formas, por ejemplo, convirtiéndose en animal. Un punto que a mi parecer es clave, y retomaremos después. Basta con señalar que, esta vez el “yo” es humano.
Desde su inicio, el cuento se declara fantástico.
“Tengo
un animal peculiar; es mitad gatito y mitad cordero. Es parte de mi herencia
paterna”
Inmediatamente
surge una pregunta, no por casualidad sino porque un gran escritor la hace
surgir de adrede. ¿Qué forma tiene semejante bestia?
“La
cabeza y las garras son de gato; el tamaño y la figura, de cordero”.
Imaginamos
alguna esfinge, o una variante, una mantícora o parecida.
El cordero (en lo tradicional) ha de ser sacrificado
por voluntad o gracia divina, pero el gato (en lo tradicional) es lo divino, y
en este caso cohabitan.
Fiel a su doble naturaleza, “huye de los gatos y quiere atacar a los corderos”. Asesino por instinto, no deja de sentirse presa. “No puede maullar y las ratas le dan asco”. ¿Qué cosas habrá querido decir empleando el lenguaje de los gatos?, ¿si siente asco por las ratas como quiere atacar corderos? “Puede pasar horas al acecho, pero no ha aprovechado una oportunidad para matar. Querer dista mucho de hacer…. Entonces, el primer párrafo revela cosas interesantes. Es un buen párrafo.
Buscando preservar la buena costumbre de la brevedad, segundo tercer y cuarto párrafo serán analizados en conjunto. La división no es arbitraria, en ellos se cuenta una pequeña historia. Sobre el animal y sus interacciones con los niños del pueblo.
Gracias
al narrador sabemos que “el domingo por la mañana es la hora de visita”, y que
el narrador “pone al animal en su regazo, y los niños se forman a su
alrededor”.
“Entonces se formulan las preguntas más
sorprendentes (…) ¿Por qué hay un animal de este tipo? … ¿Qué ocurrirá después
de su muerte? … ¿Se siente solo?” (Parafraseando a Vargas Llosa[4],
lo cuantitativo, al acumularse, va produciendo poco a poco un cambio
cualitativo, en un momento dado sucederá “la muda”, y veremos al animal como un
símbolo o representante de otra cosa). “Los niños incluso llevaron gatos … una
vez dos corderos” mas nunca llevaron un gato cordero, y “no se produjo
ninguna escena de reconocimiento”.
Quinto, sexto y séptimo párrafo narran otra pequeña historia. Sobre lo doméstico y la rutina entre ambos personajes. El narrador afirma lo siguiente: “en mi regazo, el animal no siente miedo ni deseos de perseguir a otros seres. Junto a mí es donde mejor se siente. Está apegado a la familia que lo ha criado”. Me atrevo a formular una hipótesis. ¿El narrador no será el propio padre de Kafka? Si Kafka se ha vuelto bicho con anterioridad, ¿qué no puede ser, desde la tercera persona un gato mitad cordero?[5]
Viéndolo
así (suponiendo que el narrador es el padre de Kafka), el cuento adquiere un
tinte levemente distinto, un tono depresivo, ciertamente inscrito en el estilo
Kafka.
El narrador añade “A veces no me queda más remedio
que reír cuando me olisquea… No contento con ser gato y cordero, se empeña
también en ser perro… Quería abandonarlo todo… No había admirado mucho de mi
padre pero esa parte de la herencia era digna de mostrarse” ¡Ajá! Kafka era,
para su padre, su abuelo. Como se dice en los primeros capítulos del Ulysses,
de Joyce, “queda demostrado por medio del algebra que el espectro de Hamlet
es el abuelo de Shakespeare”.
“Para agradarlo, hago como si hubiera entendido algo con un gesto de asentimiento. Quizá el cuchillo de carnicero fuera la salvación para este animal, pero he de negárselo. Deberé esperar a que su aliento se extinga por sí mismo”.
No tengo más que agregar.
[1] Trascribo una nota al pie, del libro que cito en la siguiente cita.
“El texto fue encontrado manuscrito y sin título, fue elaborado a finales de
abril de 1917, y su primera publicación, póstuma, data de 1931, en el séptimo
cuaderno del número 13 de la revista Literarischer Welt (…) La
interpretación más general es el conflicto entre la tradición familiar y la
autorrealización. (…) La duda del narrador es: ¿debe tener piedad del
animalito (…) o debe ser entregado este al cuchillo de carnicero para así obtener
la liberación (esa liberación en Kafka consiste en su afirmación como
escritor”.
[2] Franz Kakfa. La metamorfosis y otros relatos de animales”. 2017, Editorial Planeta mexicana, S.A de C.V.
[3] Ibid.
[4] Lo menciona en numerosas obras. Cartas a un joven novelista, Historia de un deicidio, en el prólogo de El hablador, etc.
[5] Si bien no varia mucho respecto a lo mencionado en la primera nota
al pie (“la interpretación más general es el conflicto entre la tradición
familiar y la autorrealización”). Aquí diferimos en algo. El animal no es “parte
del ser del propio autor, a la que ha de renunciar (matar) para llegar a ser él
mismo”. El propio autor es el animal. Está siendo contado por su propio
padre.
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