Por Rafael Aragón Landa
“Ficciones”, el libro que contiene este cuento, se publicó en 1944. El “Tema del traidor y del héroe” se indexa bajo Artificios.
Apegado a la tradición Borgiana, el cuento es breve, de
más o menos mil palabras. Sin embargo, la extensión se ve superada por la
astucia de su argumento, cosa que no nos sorprende. Al leer los cuentos de
Borges, la astucia de los argumentos fascina y sobresale. Igual que la prosa,
minuciosa mas no alargada, sino profunda y primorosa.
El cuento entra en la categoría posmoderna. El narrador nos comparte el argumento del cuento que va a escribir (argumento influenciado por Chesterton y Leibniz -así lo confiesa-), voz principal que relacionamos inmediatamente al narrador Borges. Entonces, Borges cuenta su plan, diseccionando con pinzas el argumento de la historia, arrojándonos datos aquí y pistas allá.
El escenario podría ser muchos lugares. Por comodidad, Borges escoge Irlanda. El narrador de la historia se llamaría Ryan, bisnieto de Fergus Kilpatrick, personaje político que fue asesinado en un teatro. Ryan, al aproximarse el centésimo aniversario del crimen, se propone resolverlo.
Y así comienza una historia sobre arquetipos.
Aparentemente.
Borges menciona que “Otras facetas del enigma inquietan a Ryan. Son de carácter cíclico: parecen repetir o combinar hechos de remotas regiones”. Por ejemplo: el día de su muerte, se le encontró a Fergus Kilpatrick, un sobre sellado con una carta que le advertía el riesgo de concurrir al teatro. Ryan hace una conexión, lejana pero innegable, con Julio César, que recibió un memorial, mismo que no leyó a tiempo. Otro hecho misterioso es el siguiente. La esposa del César, la noche en que moría César, vio en sueños “abatida una torre”. La víspera de la muerte de Kilpatrick se publicó una nota sobre el incendio de la torre circular de Kilgarvan ¿y eso qué? Kilpatrick nació en Kilgarvan. Las coincidencias comienzan a parecer evidencias y lo llevan a pensar que “antes de ser Fergus… Fergus… fue Julio César”.
Coincidencias que me recuerdan una historia estadounidense, respecto a dos presidentes, Lincoln y Kennedy. Ambos electos en la década del 60, con cien años de diferencia (1860-1960), asesinados con un tiro a la cabeza, un viernes en presencia de sus esposas, a uno en el teatro Ford y a otro a bordo de un Lincoln Ford, lo demás (es una lista extensa) son verdades a medias o mentiras bien elaboradas. Por cierto, Borges escribió el cuento dieciséis años antes de dichas “coincidencias” (se publica originalmente en la revista Sur, número 112, febrero de 1944). Pero el misterio apenas empieza.
Las investigaciones de Ryan arrojan un nombre, James Alexander Nolan, el más viejo amigo de Fergus. Nolan tradujo las obras de Shakespeare, entre ellas Julio Cesar. (Un dato curioso es que, antes de morir, Fergus Kilpatrick intercambió algunas palabras con un mendigo, mendigo que le dice una frase de Macbeth). También estudió la festpiele, celebración sueca en que aldeas enteras montan una especie de “teatro”, y nace la pregunta ¿habrá el mendigo formado parte de una festpiele? Mas temo adelantarme.
El tema del traidor y del héroe aparece cuando Fergus encomienda a Nolan descubrir a un espía encubierto. Tras recopilar pruebas irrefutables, Nolan expone al espía: el mismísimo Fergus Kilpatrick. ¿Será Nolan el héroe de la historia?
Fergus Kilpatrick es sentenciado a morir, mejor dicho, a ser asesinado por traidor. Pero no puede morir siendo traidor, porque eso provocaría el caos en Irlanda, pues lo idolatran. Nolan idea que Fergus Kilpatrick muera “a manos de un asesino desconocido, en circunstancias deliberadamente dramáticas, que se grabaran en la imaginación popular y que apresuraran la rebelión”. Fergus accede, acepta la ocasión para redimirse.
Pero “Nolan, urgido por el tiempo, no supo
íntegramente inventar las circunstancias de la múltiple ejecución; tuvo que
plagiar a otro dramaturgo, al enemigo inglés William Shakespeare. Repitió
escenas de Macbeth y Julio César”.
En una “pública y secreta representación (que)
comprendió varios días (…) Centenares de actores colaboraron con el
protagonista; el rol de algunos fue complejo, el de otros, momentáneo”. “Hasta
que el 6 de agosto de 1824, en un palco de funerarias cortinas que prefiguraba
el de Lincoln (-¿puede esto ponerse más extraño?-) un balazo anhelado
entró en el pecho del traidor”.
La
historia acaba, como empieza, con un pasaje posmoderno. Ryan sospecha (que
Nolan) intercaló pasajes de Shakespeare para que una persona, en el
porvenir, diera con la verdad. Comprende que él también forma parte de la trama
de Nolan…
A manera de posdata extiendo un poco la reseña. En la
segunda página hay una frase que dice
“Que la historia hubiera copiado a la historia ya era suficientemente pasmoso; que la historia copie a la literatura es inconcebible”.
Igual que Ryan, al hacer algunas comparaciones con la
historia de Lincoln y Kennedy, y contrastando esa historia con este texto… ¿no
siente usted una sospecha? ¿Acaso no pudo haber sido Kennedy un héroe y un
traidor? ¿o Lincoln? ¿Por qué a Ryan y a Fergus los separan los mismos cien
años que a Lincoln y a Kennedy? ¿Cuál es la verdad? O Borges adivina el futuro,
o es verdad que la historia es un círculo, o acaso hay alguien plagiando obras dramatúrgicas
para simular asesinatos políticos.
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